Menlo Macfarlane, Ahora lo Ves, Y ahora No lo Ves, pastel en papel de Arches, 1995

La Máquina Biológica Humana como Aparato de Transformación

Capítulo Uno
 
La Situación
 

La observación imparcial de las limitaciones de la vida en un acuario puede brindarnos una clave importante sobre la verdadera naturaleza de nuestra situación planetaria, además de proporcionarnos una base para preguntarnos cuál puede ser el significado y el propósito de la vida.

 

Si nos tomamos el tiempo necesario para observar detenidamente un acuario, notaremos que es un medio cerrado, un ecosistema totalmente independiente, que depende de una delicada armonía entre el equilibrio interno y el orden establecido entre sus especies. El acuario es en sí mismo un mundo en miniatura.

Cada criatura que vive en el acuario tiene su lugar y función, y todas las cosas están interrelacionadas.

Las plantas se adecuan al pH de la solución acuosa y no son demasiado grandes ni demasiado pequeñas; su sistema de raíces está adaptado al sustrato del lecho del acuario, de manera que ni se desenraizan ni se pudren.

Los peces también cumplen papeles y funciones necesarias e ineludibles en la jerarquía social y ecológica del acuario.

Son seleccionados -por seres humanos que viven fuera del acuario- conforme a una compatibilidad mutua artificial; los enemigos mortales no sobrevivirían mucho tiempo en un entorno pequeño y cerrado.

Algunas especies y miembros de especies son dominantes, otros son suos en relación a los demás; e incluso hay otros que parecen evitar involucrarse en cualquier relación con los demás peces.

Algunos peces viven cerca de la superficie del acuario, y nunca se aventuran por el fondo; otros permanecen en el fondo toda la vida, y otros aún viven en la zona intermedia.

Los peces carroñeros del fondo del acuario, normalmente barbos y ventosas, recogen los desperdicios del acuario; comen la materia putrefacta que se ha filtrado desde arriba, y al mismo tiempo limpian las piedras y el cristal, asegurando así que líquenes y musgo dañinos no proliferen y perturben el delicado equilibrio del acuario.

Aquellos que viven en la zona intermedia, como los tiburones, los pechirrojos y los guppys, consiguen vivir de lo que el hombre introduce en el acuario desde el exterior, y que no han aprovechado los peces de la superficie.

Unos peces serán más rápidos que otros, consumirán más alimento y gastarán más energía que los demás.

Aquellos que viven cerca de la superficie, como los peces de colores y los peces mariposa, serán siempre los primeros en alimentarse, así que ellos, en cierto sentido, dominarán a los demás. Otros, como las anguilas, se mostrarán totalmente a sus anchas en cualquier lugar del acuario, ya sea arriba, en la zona intermedia o en el fondo.

Algunas criaturas se mostrarán totalmente ajenas a todas las actividades del acuario. La tortuga irá tranquilamente a lo suyo, y básicamente ignorará a los otros habitantes del acuario, manteniéndose apartada de ellos. Por muy distante que pueda parecer a nuestra mirada observadora, estará no obstante en armonía con cada cosa y cada ser del acuario.

A pesar de la aparente actividad del acuario, sus moradores tienen un contacto extremadamente limitado los unos con los otros; no sólo no se mueven de un nivel a otro, sino que no tienen ni medios ni necesidad de compartir la información que puedan llegar a adquirir de forma subjetiva sobre el acuario que habitan.

Los moradores de la superficie saben muy poco de la vida en el fondo, y los del fondo saben muy poco de la vida cerca de la superficie.

Aún así, supongamos que para aquellos ávidos de aprender, la información esté disponible, consiguiendo de algún modo transmitirse de pez en pez y de especie en especie, traspasando casi inadvertidamente el filtro de su aislamiento, si bien es raro que un determinado pez encaje las piezas de forma coherente.

Al mirar este entorno cerrado y aislado, no podemos evitar sorprendernos del hecho de que estamos contemplando todo un mundo auto-contenido, rodeado por un océano de aire, de la misma manera que nuestro planeta está auto-contenido, en el sentido de que es un entorno armonioso, que también está suspendido en un océano -un océano de espacio, un casi-vacío aún menos denso que nuestra atmósfera planetaria.

Del mismo modo que los peces están ligados para siempre a su atmósfera líquida más densa, y morirían sin ella, nosotros estamos ligados también a nuestra atmósfera gaseosa, y moriríamos rápidamente si no pudiésemos respirarla.

Puede que nos sorprendamos mucho al ver con claridad desde nuestra posición ventajosa fuera del acuario que, aunque este mundo en miniatura esté rodeado por nuestro mundo y forme parte de él, está casi totalmente desconectado de cualquier otro mundo semejante exterior a sí mismo, incluyendo sus parientes mayores, los océanos, los mares y los lagos; y que, igual que en nuestro mundo, los habitantes del acuario ignoran por completo cualquier cosa fuera de su pequeño mundo, y ni siquiera pueden percibir objetos y acontecimientos fuera del acuario, en nuestro mundo, su dimensión más cercana, a sólo un paso de su propia dimensión.

A no ser que en el transcurso normal de los acontecimientos ocurra algún accidente o se haga algún descubrimiento insólito, los peces permanecerán totalmente inconscientes de cualquier otra cosa más allá de su acuario. Continuarán creyendo que el acuario es el principio y el fin de todos los mundos posibles y nunca dudarán de su existencia dentro de él.

En la práctica tendrán razón, en lo que a su completa incapacidad de participar activa y conscientemente en un mundo exterior se refiere; sin embargo, si sucediera que la rutina en esta dimensión inmediatamente superior se alterara de algún modo, su propio mundo sufriría las consecuencias a gran escala. 

Lo que fuera una pequeña perturbación en nuestro mundo, se sentiría como una gran convulsión en el suyo.

Los peces de un acuario dependen totalmente de los humanos para su supervivencia. Si no fuera por los humanos, no se introduciría en el acuario ningún alimento, y las bombas y los filtros pronto dejarían de funcionar. Esto establece claramente la precariedad de su situación; y si alguno de los peces estuviera atento, esto le proporcionaría una pista importante sobre su mundo.

No tienen forma de saber que podría haber mucho más espacio donde nadar si no estuvieran en el acuario; tampoco disponen de una manera de hacer observaciones que les llevaran a cuestionar la barrera invisible contra la que siempre chocan.

No disponen de nada con que comparar su experiencia. ¿Cómo podrían entender que las paredes invisibles no son el borde de la creación, sino sólo un tabique de cristal...?

Estas observaciones nos conducen a hacernos la pregunta: ¿cuál podría ser el significado auténtico de la vida para un pez de acuario? Y, siguiendo la misma pauta: ¿qué puede considerarse un logro real?

 


Kelly Rivera, Mago Con Balón y Luna, en papel de Arches,1995

Este libro La Máquina Biológica Humana como Aparato de Transformación es el primer libro de la Trilogía del Laberinto escrito por E.J. Gold. El segundo libro de la trilogía, La Vida en el Laberinto también ha sido traducido al castellano. Se puede encontrar el índice de este libro en la próxima página. Estos libros en castellano se pueden obtener, escribiendo una carta a gateways arroba la-colmena.org

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